Capítulo segundo. Cuestiones metodológicas y de fundamentación.
IV. El deber para con el futuro.
1. La no reciprocidad en la ética orientada al futuro.
La concepción tradicional de los derechos y deberes se basa en la idea de reciprocidad, así a través de los derechos del otro quedan configurados los míos; la idea anterior no nos sirve ya que lo que buscamos es una ética basada en el deber para con el futuro, esto es, los deberes se basan en lo que todavía no es, por lo tanto no ha de estar fundamentada por la reciprocidad. Jonas quiere basar esta ética para con el futuro en el deber y éste a su vez en el ser, por lo que habla de que "toda vida plantea exigencia de vida", y éste sería el derecho fundamental que hay que tomar como primer principio de la ética del deber para con el futuro.
2. El deber para con los descendientes.
La responsabilidad en la moral tradicional es un deber no recíproco que se practica espontáneamente, por ejemplo en el deber para con los hijos que sin esa responsabilidad de los progenitores, perecerían; Jonas lo identifica como "el único comportamiento totalmente altruista procurado por la naturaleza" ya que el origen de la idea de responsabilidad está en la relación con los descendientes que requieren protección. Hay que diferenciar entre el deber para con los hijos, que se fundamenta en que somos autores de su existencia y por lo tanto el derecho que ellos adquieren al nacer; y el deber para con las generaciones futuras, de los no nacidos a nacer, que es infundamentable.
3. El deber para con la existencia y para con la esencia de una descendencia en general.
El deber de responsabilidad para con la humanidad futura implica que tenemos un deber para con la existencia de esa humanidad futura, y un deber para con su esencia.
a) ¿Precisa fundamentación el deber para con la descendencia?.
El segundo deber para con la humanidad futura es posibilitar la esencia humana, esta esencia está amenazada por ciertos peligros que también amenazan la propia existencia, respecto a los derechos y deberes los hombres futuros tienen el derecho de acusarnos "de ser los autores de su desdicha", luego existe en nosotros un deber de autores que responde al derecho anterior.
b) Prioridad del deber para con la existencia.
Debemos velar por el deber de los hombres futuros más que por su derecho, el deber de formar una auténtica humanidad, de la que los hombres actuales podemos despojarles con nuestra "tecnología <<utópica>>". Por lo tanto se sigue el derecho individual del deber general, debido al deber de posibilitar la existencia de futuros sujetos con derechos, y no al revés como en la ética del presente basada en la reciprocidad en la que se llega a lo general a través de lo individual.
c) El primer imperativo: que haya una humanidad.
Jonas propone aquí la regla de que no es admisible ninguna esencia humana de los hombres futuros que sea contraria a la existencia de una humanidad, el imperativo es que haya humanidad.
4. La responsabilidad ontológica por la idea de hombre.
El imperativo anterior nos hace responsables de la idea de hombre que exige su materialización en el mundo, se trata de una idea ontológica que no garantiza la existencia del hombre, pero que exige su presencia en el mundo, y por ello es un deber del hombre actual; la idea de hombre nos dice por qué debe haber hombres y cómo deben ser.
5. La idea ontológica general un imperativo categórico, no hipotético.
El imperativo hipotético afirma que "Si en el futuro existen hombres, entonces rigen tales y cuales deberes para con ellos, que debemos observar por anticipado", éste ordena que haya hombres, y se trata de una idea del ser, por lo que el principio de la ética orientada al futuro se basa en la metafísica en cuanto doctrina del ser, a la que corresponde la idea de hombre.
6. Dos dogmas: <<no hay verdades metafísicas>>, <<no hay camino del "es" al debe">>.
Lo anterior contradice dos dogmas: no existe la verdad metafísica y del ser no puede derivarse el deber; lo último se debe a que refiere a un sólo concepto de ser verdadero y único, volviendo al primer dogma la negación de la metafísica presupone un concepto de conocimiento del que no se puedo obtener verdad científica de los objetos de la metafísica, pero esta negación no supone un problema para ética del futuro ya que toda ética esconde una metafísica.
7. La necesidad de la metafísica.
La ética que buscamos debe basarse en una metafísica racional que no esté determinada por los cánones de la ciencia positiva; a priori solo podemos saber dos cosas sobre ella: debe retroceder hasta la pregunta del ser y su relación con el deber, y no debe anclarse en el antropocentrismo que caracteriza a la ética tradicional.
Capítulo quinto. La responsabilidad hoy: el futuro amenazado y la idea de progreso.
I. El futuro de la humanidad y el futuro de la naturaleza.
1. La solidaridad de interés con el mundo orgánico.
En la era de la civilización técnica el principal deber del hombre es garantizar el futuro de los hombres, en este deber está contenido el futuro de la naturaleza que es su morada terrena; reducir el deber del hombre al hombre, dejando a un lado a la naturaleza representa una deshumanización del hombre y contradice su meta que es garantizar la esencia humana en los hombres futuros, además el hombre es producto de la naturaleza por lo que debemos fidelidad a todas sus creaciones, entre ellas nuestro propio ser.
2. El egoísmo de las especies y su resultado simbiótico total.
El hombre tiene posibilidad de ejercer su poder sobre la naturaleza, ésto es un derecho natural fundado en la posibilidad; pero el deber para con el hombre incluye el deber para con la naturaleza ya que es la condición de su permanencia y un elemento de su existencia; ésta comunidad del hombre y la naturaleza descubre la dignidad de la última, y nos llama a preservar su integridad. En la naturaleza todo es diversidad, se trata de una suma de agresiones que se limitan recíprocamente y que a veces se acompañan de destrucción, la ley de la ecología evitaba el abuso a la naturaleza por parte de los hombres para preservar la permanencia del todo.
3. La perturbación del equilibrio simbiótico por el hombre.
Con el pensamiento y la civilización técnica, el hombre está en situación de ponerse en peligro a sí mismo y a todas las demás formas de vida. Para Aristóteles el hombre se elevaba por encima de la naturaleza pero su mera contemplación no le infringía daño, pero con el intelecto práctico emancipado con la llegada de la ciencia se oponen a la naturaleza tanto el pensamiento como la acción. Actualmente el peligro es evidente, y el poder unido a la razón conlleva cierta responsabilidad, que ha aumentado al igual que lo ha hecho nuestro poder de destrucción.
4. El peligro desvela como deber primario el <<no>> al no-ser.
Aquí surge un nuevo deber a partir del peligro junto a una ética de la conservación, de la prevención (y no de progreso), de la custodia y del perfeccionamiento. Todo trabajo del hombre <<auténtico>> pasa a depender de la conservación de "la existencia de la humanidad en una naturaleza aceptable". La tarea del hombre actual es la de mantener la posibilidad para los humanos futuros, por lo que lo principal de esta ética para con el futuro es decir no al no-ser y sí al ser, significa decir sí a la conservación de la esencia humana en las generaciones futuras.
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